martes, 1 de octubre de 2013

Predicación

Mensaje
28 de Septiembre - 19º de Pentecostés.
P. Maximiliano A. Heusser
Amós 6:1ª; 4-7 y Lucas 16:19-31.

Vamos a comenzar describiendo a estos dos personajes tan diferentes que el relato del Evangelio nos propone en boca de Jesús. ¿Qué se dice de cada uno?
Hay un hombre rico, que se viste de púrpura y de lino fino. Hoy sería un hombre que se viste con trajes finos diseñados en Italia, por ejemplo...
También vale la pena mencionar que el rico no tiene nombre y el pobre si. En esto, Lucas (el evangelista) ha sido un rebelde. Históricamente siempre han sido escritos y recordados los nombres de las personas importantes y poderosas. Que Lucas sólo mencione el nombre de Lázaro ya es un mensaje evangélico en sí mismo. Por otro lado, Lázaro significa en hebreo “Dios ayuda” (a quien Dios ayuda). No es un dato menor. Este hombre rico también hacía banquetes a diario y no solo los días de fiesta (como solía acostumbrarse).
De Lázaro se dice que era un mendigo, es decir, alguien que pide para vivir. También se dice que estaba siempre en la puerta de entrada del hombre rico y ansiaba comer las migajas que caían de la mesa. Quienes estudian las costumbres del tiempo bíblico, sostienen que como no se usaban servilletas, los ricos se limpiaban las manos con pan y lo dejaban caer al piso. Es de esas migas (además de los restos de comida) que Lázaro quería alimentarse. Como si esto fuera poco, los perros venían y le lamían las llagas. Estos eran animales impuros que cualquiera hubiera espantado y nunca dejaría que lo tocaran. Lázaro no podía evitar ni siquiera que los perros lamieran sus heridas.
Ambos personajes coinciden en algo, mueren. Claro que tienen distintos destinos y direcciones. El relato menciona que Lázaro fue llevado por ángeles al cielo, mientras que el rico que también había muerto, fue sepultado. Uno va para arriba, otro va para abajo (como decimos en criollo).

Una lectura que hemos hecho los cristianos de este relato, se ha detenido en la condición de cada uno de estos personajes: Lázaro, el pobre y el hombre rico. Marcando que todo lo que hagamos en vida tendrá su consecuencia en el más allá. Esta idea se basa en el vs. 25: Abrahán le dijo: “Hijo mío, acuérdate de que, mientras vivías, tú recibiste tus bienes y Lázaro recibió sus males. Pero ahora, aquí él recibe consuelo y tú recibes tormentos. Esto puede ser para bien, en el caso de que hayamos vivido una vida obediente a Dios o para mal, en el caso de que hayamos estado lejos de Dios. De la misma manera, si vivimos una vida de sufrimiento y padecimientos, en el más allá seremos recompensados (como Lázaro). Y si hemos vivido una vida llena de riquezas y gran cantidad de bienes, en el más allá nos tocaría vivir una vida con casi nada...
Esta idea o lectura del texto es bastante determinista. ¿Qué quiero decir? Que de esta manera pareciera que el texto nos dijera que las cosas se dan como se dan y que no hay nada que en esta vida, se pueda o se deba hacer para remediarlo.
Por ejemplo: Si me tocó ser rico, que bueno! A disfrutar, porque quizás en el más allá me toque todo lo contrario... Y por el otro lado: Si me tocó ser pobre, mala suerte! Pero bueno, hay que aguantar, porque en el más allá no me faltará nada...
Esta lectura es determinista porque no hay ningún cambio posible... nada de lo que le toca vivir a la humanidad hoy es responsabilidad mía. Ni tampoco puedo hacer nada para que las cosas sean distintas...
La última parte del relato, el consejo de Abraham, nos ayuda a pensar de otra manera. ¿Por qué será necesario escuchar a Moisés y a los profetas? ¿Será que nos pueden ayudar a pensar diferente?

Lo primero que tenemos que notar es que Lázaro vive en la miseria (por lo menos en parte) porque el rico ni siquiera lo ve. No le da ni las sobras aún haciendo banquete todos los días (y no sólo los días de fiesta como era costumbre). El rico sin nombre tiene responsabilidad para con Lázaro. El egoísmo total es lo que hace a este hombre rico llegar al lugar que llega.

Es interesante que al escuchar el hombre rico a Abraham, logra salir de sí mismo y comienza a preocuparse por los suyos, por sus hermanos, su familia. De alguna manera, aunque tarde, comienza a abrir los ojos y a ver la realidad, comienza a ver a los demás, a quienes lo rodean, logra salir de sí mismo para ver a otros y otras.

Sorprende la respuesta de Abraham porque pareciera “tomarle el pelo” al rico. Pero ¿Le toma el pelo?
Un comentarista, Javier Matoses, menciona que el rico quería una experiencia impactante para sus hermanos, que un muerto volviera a la vida. Casi como muchas de las publicidades de hoy en día. Productos que ofrecen sensaciones y vivencias impactantes y extraordinarias. Y la respuesta de Abraham va el otra dirección. No hacen falta sensaciones extraordinarias... si van a la sinagoga cada semana y escuchan la lectura de los textos sagrados, van a entender... La salvación está al alcance de la mano...

La fuerza que transforma la vida de las personas y las hace cambiar de vida, de actitud, de modo de pensar, de relacionarse con los demás y con el mundo, está contenida en Su Palabra. Por eso decimos que la Palabra de Dios es poderosa. Porque si realmente le prestamos atención, podremos escuchar la voz de Dios que, una vez más, nos invita a cambiar...

El texto del Evangelio nos debe hacer pensar en lo egoístas que somos...
En cómo nos acostumbramos a ciertas cosas y ya no las “vemos”...
En la necesidad de leer y escuchar su Palabra...
En la responsabilidad que tenemos en vida, de hacer nuestra vida y la de otros, diferente, mejor, con más posibilidades, con mayor inclusión...
En este sentido, la Iglesia, y nosotros como parte de ella, tenemos la responsabilidad no solo de anunciar el Evangelio, sino de denunciar... Anuncio y denuncia, van de la mano, como nos lo afirmaba enfáticamente el Obispo (e) Federico Pagura cuando estuvo en Córdoba. Esta es la misión que cumple Amós en el pasaje del AT. Denuncia la riqueza y el derroche de los ricos que oprimen a los pobres para poder vivir así. Esos ricos se “alimentaban” de la vida de los pobres...

Quiera Dios que el Evangelio nos movilice y se haga carne en nosotros y nosotras, asumiendo el desafío de ser discípulos y discípulas fieles al Dios que nos sigue llamando. Que así sea, Amén.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Predicación 14 de Septiembre

17º Domingo de Pentecostés

Salmo 51:1-11 - Éxodo 32:7-14 - 1 Timoteo 1:12-17 - Lucas 15:1-10.



Hoy nos toca hablar de pecado. Venimos transitando el tiempo litúrgico en el que vemos cómo somos, cómo espera Dios que seamos y qué espera de nosotros, la Iglesia.

Es importante reflexionar sobre el pecado, no porque seamos moralistas o insistamos en lo pecadores que somos para auto castigarnos. No, reflexionamos sobre el pecado para no olvidar que somos pecadores, y que cuando creemos tener las cosas “claras”, muchas veces estamos pecando.


En el texto del AT se nos muestra la dureza de corazón del pueblo de Dios, que ante las dificultades necesitaba otro “tipo” de Dios, uno que pudieran ver y tocar, como el becerro de oro. Dios los liberó de Egipto guiando en ese desafío a Moisés, pero ellos se apartaron de Él. Es el pueblo elegido, pero es un pueblo pecador que se aparta de Dios… Está presente el pecado.


En el pasaje de la carta de Pablo a Timoteo, es Pablo mismo quien se reconoce como un pecador en el que actuó la gracia y el amor de Dios. Pablo dice que Jesús vino a salvar a los pecadores, de los cuales él es el primero. Otra vez… Está presente el pecado.


Finalmente el texto del Evangelio de Lucas también nos habla de pecado. Comienza diciendo el pasaje que se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para oírlo. Los fariseos y los escribas murmuran debido a esto, considerando que un maestro no se debía juntar con “esa” gente. Jesús responde al murmullo con tres parábolas. El leccionario nos propone detenernos en las dos primeras, la de la oveja perdida y la de la moneda perdida. En estas parábolas, la estructura interna está compuesta por: pérdida – encuentro – gozo.

La frase fuerte de Jesús en el caso de la primera es: “Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” (Lc 15:7). En el caso de la segunda parábola es: “Yo les digo a ustedes que el mismo gozo hay delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (15:10).

Los escribas y fariseos eran hombres que conocían, estudiaban y cumplían la Ley. Esta observancia de la Ley los distanciaba de tantas personas que no podían cumplir las leyes que ellos mismos habían escrito y aplicaban. Todas las personas que no cumplían con sus leyes y normas eran considerados impuras, y por lo tanto, personas pecadoras.


Es muy significativo que sean estos impuros/as y pecadores quienes se acercan a escuchar a Jesús. ¿Por qué se acercan? ¿Jesús les habla de algo que les gusta escuchar? ¿Jesús los anima a ser impuros o no cumplir la Ley? ¿De qué les habla Jesús? ¿Cuál es la actitud que Jesús tiene para con estos grupos de impuros, pecadores y excluidos?


La iglesia cristiana tiene todavía tanto que aprender del Maestro de Nazaret y de su manera de relacionarse con las personas…

Vale decir que estas personas eran consideradas de esta forma negativa por leyes y normas que estos grupos de estudiosos y conocedores habían escrito o hacían cumplir. De manera, que estas personas que escuchan a Jesús y se acercan a él, quizás no eran tan pecadores como los legalistas “religiosos” afirmaban.


Por esto resultan sugestivas las afirmaciones de Jesús respecto del gozo por el arrepentimiento de los pecadores.

La tradición ha considerado a lo largo de los años que en este relato los pecadores son quienes escuchan y se acercan a Jesús: publicanos, prostitutas, gente pobre, gente enferma, gente con necesidades… De esta manera se pone el acento en que Dios recibe y perdona a esta “pobre gente”. En esta interpretación se acentúa el perdón amoroso de Dios para todos aquellos que se apartan de una vida de pecado.


Pero… ¿De qué pecadores habla? ¿De los publicanos y compañía? ¿O hablará de aquellos que decían quiénes eran los impuros y los pecadores? Si fuera así, la cuestión se torna diferente. En esta línea de interpretación el foco se pone sobre los escribas y fariseos, y en consecuencia, sobre nosotros, personas de iglesia, gente de fe, buenos hermanos, buenas hermanas, gente de Dios. El acento no deja de ser el perdón de Dios, salvo que ahora se trata del perdón de Dios para nosotros y nosotras… quienes ya creemos en Él.


Tomémonos un momento para pensar… ¿Cuántas veces los cristianos, personas de bien, hombres y mujeres consagrados/as a Dios, nos hemos levantado en adalides de la santidad (o de una presunta santidad) indicando con nuestro dedo índice, o mucho más sutilmente, con miradas, comentarios, actitudes, falta de atención, desprecio, quiénes son los pecadores e impuros en nuestra sociedad?


Seguramente hemos dicho o hemos escuchado alguna de las siguientes frases: “no vive de acuerdo a la Palabra”; “vive en pecado”; “no está en el camino”; “viven muy livianamente”; “eso no es lo que Dios manda”; “Si vive así no puede estar verdaderamente consagrada”; “La Palabra les condena”; “Yo no lo juzgo, Dios lo va a juzgar”; “Yo no discrimino a nadie, pero esa forma de vivir no es de Dios”; “No se qué Biblia lees vos, pero la mía dice que sos pecador”, etc. 

¿Es esta la forma en la que Jesús, nuestro Maestro, se relaciona con quienes se acercan a él?


Hemos sido los cristianos quienes hemos justificado bíblicamente la necesidad y lo beneficioso de tener esclavos.

Hemos sido los cristianos quienes hemos justificado bíblicamente la necesidad de colonizar otros pueblos, otras culturas, otras creencias.

Hemos sido los cristianos quienes, con fundamento bíblico, hemos desarrollado el sistema de segregación racial en Sudáfrica denominado “Apartheid” hasta el año 1992.

Hemos sido los cristianos quienes afirmábamos en plena dictadura militar argentina: “aquí no pasa nada”, “los argentinos somos derechos y humanos”.

Hemos sido los cristianos quienes hemos salido a la calle, cacerola en mano, reclamando por nuestros ahorros, pero no nos hemos movido ni un metro para reclamar por el hambre de nuestro prójimo.


¿Quiénes son los pecadores del relato del Evangelio?

¿Quiénes son los que se tienen que convertir y habrá gozo en el cielo?

¿Quiénes necesitan tener más amor de Dios en su corazón?

¿Quiénes deben dejar de juzgar para comenzar a amar?


Presentación: “¿Quiénes son pos pecadores?”.


Decía al comienzo que siempre es bueno reflexionar sobre el pecado. Ahora debemos asumir nuestra culpa, nuestras faltas, nuestra distancia de la práctica de Jesús, nuestro juicio fácil, nuestra falta de amor…


Quiera nuestro buen Dios, darnos corazones honestos, para que podamos volvernos a Dios. Para que podamos tener un corazón como el de Jesús, quien no juzgó ni condenó a los que no eran “tan santos”, sino que se acercó a ellos, les habló, los escuchó, los incluyó, y se hizo uno de ellos, en contra de lo que los “supuestamente buenos” decían que había que hacer. Que así sea, Amén.


P. Maximiliano A. Heusser

Córdoba, Argentina.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Pagura en Córdoba



En el día de ayer, jueves 5 de Septiembre, se realizó en las instalaciones de la iglesia Metodista del Centro de Córdoba, bajo la organización del Centro Ecuménico Cristiano de Córdoba (CECC), la tercera presentación del libro: “Federico Pagura, Alborada de esperanza: Vida y testimonio de un profeta latinoamericano” de los autores Carlos Sintado y Juan Quintero Pérez.
En la presentación destacaron distintos aspectos del libro, su autor, Carlos Sintado; el teólogo católico y amigo de Federico, Oscar Lupori; y finalmente el mismo Pagura repasó algunos de los momentos más significativos de su vida y ministerio.
También se contó con la presencia del Lic. Marcelo Castagno, subdirector de Culto y Colectividades de la Municipalidad de Córdoba, quien entregó al Obispo emérito el decreto del Intendente Municipal, Dr. Mestre, nombrándolo “visitante ilustre de la ciudad de Córdoba”.
En la presentación también se cantaron algunas de las canciones compuestas por Pagura, como el Sursum Corda, Alegría, y se cerró con el infaltable tango Tenemos Esperanza.

Maximiliano A. Heusser

sábado, 31 de agosto de 2013

Predicación

15º Domingo de Pentecostés
01 de Septiembre de 2013
P. Maximiliano A. Heusser
Proverbios 25:6-7 - Hebreos 13:1-8, 15-16 - Lucas 14:1, 7-14

El texto del Evangelio del fin de semana pasado también nos hablaba de algo que sucedía en día sábado: la sanación de la mujer encorvada. Hoy, el texto del Evangelio también nos ubica en un día sábado. El relato inmediatamente anterior al pasaje de hoy nos cuenta que siendo sábado, un gobernante fariseo invita a Jesús a comer en su casa. Allí, para arrancar, sana a un hombre hidrópico (retención de líquidos), volviendo a sanar en día sábado. A continuación el relato de hoy, estas enseñanzas en torno a los lugares en la fiesta y a los invitados.
Las listas de invitados/as y poner sus nombres en las mesas ha solucionado el problema de ubicarse uno mismo en algún lugar.
Jesús no está hablando de modales, de educación o de reglas de etiqueta, está hablando del Reino de Dios, por eso lo que dice es importante y debe ser Evangelio para cada uno de nosotros y nosotras.

Jesús comienza hablando de los lugares en los que la gente se sienta o se quiere sentar en una fiesta. Hay lugares más importantes, de mayor reconocimiento y hay lugares menos importantes y de menor reconocimiento.
“Jesús no enseña simples normas de comportamiento social, sino que parte de las buenas maneras al sentarse a la mesa para sacar conclusiones acerca del Reino” (Armando Levoratti).

Mi suegro, docente rural jubilado, siempre recuerda que en un pueblo pequeño en el interior de Chubut, Corcovado, cuando se hacían las fiestas patrias y algún almuerzo para todo el pueblo, había una sola mesa que estaba sobre una pequeña tarima, esa era la mesa de los “notables”, allí se sentaba el jefe comunal, el comisario, el maestro, el médico si había, etc. El resto de los mortales se ubicaban en las otras mesas a ras del suelo. Aunque era un pueblo perdido en la inmensidad de la Patagonia, había lugares de privilegio y honores para algunos pocos.

Lo que Jesús advierte es que no hay que buscar los lugares de privilegio y honor. No puede ser la actitud de un seguidor/a de Jesús, el buscar los lugares importantes, el reconocimiento, los halagos, el trato diferenciado, la autoexaltación. La actitud del discípulo y de la discípula de Jesús no será buscar los primeros lugares.
Aquí podemos preguntarnos por qué. ¿Qué hay de malo en que uno quiera ser halagado? ¿Qué hay de malo en que se me ofrezca un lugar de privilegio? ¿Qué hay de malo en que alguien me haga favores de algún tipo por mi lugar social o por lo que sea? ¿Qué hay de malo en que se me trate bien o mejor que a otros/as? ¿Qué hay de malo?

No hay nada de malo en que se nos trate bien, lo malo será la consecuencia de esto: desinterés por aquellos que no son como uno, despreciar a los demás, a los que están más abajo, a los que no están en mi mismo nivel, a aquellos que no son reconocidos como yo, a aquellos/as que no son tratados tan bien como yo… Los seres humanos tenemos una gran facilidad de en un segundo creernos mejores que los demás. La actitud del cristiano no puede ser creerse mejor que otro, creerse mejor que otra. Recordemos que como dice Jesús en el pasaje de hoy, puede venir el anfitrión y pedir que nos corramos, porque vino alguien más importante que nosotros, y nos manden al último lugar.
En el Reino de Dios no hay lugares de privilegio…
En el Reino de Dios no hay quienes toman decisiones y quienes las tienen que aceptar…
En el Reino de Dios no hay jefes, hay obreros y obreras…
En el Reino de Dios no hay personas más importantes que otras… hay pueblo de Dios.

La segunda parte del texto del Evangelio contiene una recomendación de Jesús al gobernante fariseo que lo ha invitado. El cuestionamiento está en que la norma social indica que si uno ha sido invitado por otro, eventualmente, habrá que retribuir la atención. Esto sucedía y era totalmente habitual en la época de Jesús, pero pasa de la misma manera en nuestro tiempo. El refrán popular dice: “favor con favor se paga”. Invitación, con invitación de paga. Ayuda, con ayuda se paga, y así podríamos dar muchos ejemplos.
La lógica de este funcionamiento radica en la retribución. No se invita porque sí, se invita porque se sabe que ya vendrá la invitación como respuesta. Con esta misma lógica hay muchos que ayudan, porque eventualmente esa ayuda también la podré reclamar. Hago un favor a otro o a otra, porque eventualmente ese favor me será retribuido.

Hay algunos conductores de televisión que acostumbran cerrar sus programas como alguna frase que se hace parte de la rutina. Algunos hacen simplemente un saludo, otros, dicen algo acerca del contenido o los valores que sustentan para ellos su programa. Uno de estos conductores cerraba uno de sus últimos ciclos con la frase: “hagan el bien, porque el bien siempre vuelve”.
Esta aparente buena expresión y un buen deseo, “hagan el bien”, continúa la lógica de la retribución. No hago el bien porque quiero ser bueno o buena, o siento que así se deben hacer las cosas, sino que hago el bien porque quiero que me vuelva el bien. Mi buen accionar está totalmente ligado a lo que quiero que vuelva… El hacer el bien en esta lógica es una especie de boomerang… uno hace lo bueno y lo bueno vuelve…

Esto no es lo que enseña Jesús. El Reino de Dios sigue una lógica distinta. Quienes queremos tener parte en ese Reino debemos actuar de manera diferente. La Iglesia debe funcionar con otra lógica. Jesús enseña que se debe hacer el bien especialmente al que no pueda devolver la atención, al que no pueda devolver el favor, al que no pueda devolver la ayuda…
Porque la verdadera buena acción que surge de un corazón cristiano no busca retribución, busca hacer la voluntad de Dios. 

En los dos casos que menciona Jesús corremos un peligro.
1. En la recomendación sobre los lugares de privilegio (los primeros lugares) Jesús afirma que aquel que se humille será enaltecido. El peligro, hermanos y hermanas es humillarnos pensando en la exaltación posterior. Esto es como la “falsa modestia”. Si hacemos esto, no cambiamos nuestra lógica. La aceptación del Evangelio demanda de cada uno de nosotros y nosotras un cambio de lógica. Un cambio contracultural.
2. En la recomendación de a quiénes invitar (ayudar, dar una mano, etc.) Jesús afirma también que obtendremos recompensa en la resurrección de los justos. Tampoco podemos tener esta actitud, solamente pensando en que seremos recompensados. Porque así no abandonamos la lógica retributiva. Otra vez, la aceptación del Evangelio, demanda de nosotros un cambio contracultural.

Es interesante que, al margen de los peligros que acabamos de mencionar, esto nos cueste tanto. Nos cuesta aun manteniendo nuestra lógica retributiva. Dios tiene tanto trabajo que hacer en nosotros todavía. Dejemos a Dios hacer lo suyo, pero hagamos el esfuerzo de cambiar nuestra vida, lo que nos resulta lógico, buscando la lógica del Reino.

Quiero terminar parafraseando las palabras de la Carta a los Hebreos:

Que el amor fraternal permanezca en nosotros. Y no nos olvidemos de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. Acordémonos de los presos, como si estuviéramos presos con ellos, y también de los que son maltratados, como si nosotros mismos fuéramos los que sufrimos. Todos honremos nuestro matrimonio, y seamos fieles a nuestras parejas; porque a los libertinos y a los adúlteros los juzgará Dios. Vivamos sin ambicionar el dinero. Más bien, conformándonos con lo que ahora tenemos, porque Dios ha dicho: «No te desampararé, ni te abandonaré». Así que podemos decir con toda confianza:
«El Señor es quien me ayuda; no temeré lo que otro pueda hacerme.»

Que así sea, Amén.